Mi primera cobertura, fue ni más ni menos… la mismísima Revolución de Mayo…! Y si bien no puede entrevistar a Moreno, Castelli o Paso -a los que sólo accedían los periodistas acreditados en el Cabildo-, obtuve con satisfacción el testimonio de los negros veleros y de las mazamorreras… Era mi primer contacto con el pueblo! Tenía apenas 10 años, y estaba provisto de un juego de auriculares y un micrófono del viejo grabador a cinta Winco, que celosamente guardaba papá y que, aquella mañana de paraguas y sombreros, tomé prestado cual utilería improvisada para mi papel de «periodista»…

Luego vino la primera visita al Canal 10 a las concurridas tribunas de «Marina y los Chipicopos»; la recorrida a la redacción de La Voz; las clases de Lenguaje de la profe Adriana y mis primeras incursiones en radio y televisión; la revista de los Scouts; las largas charlas vocacionales con la profe Marcela…

En el 2000, inmerso en la confusión digna de casa de herrero, comencé a estudiar Periodismo en la Escuela de Ciencias de la Información, donde obtendría el título de Comunicador Social… Aquí aprendí a respetar la palabra, dar sentido a las imágenes y ser un apasionado de la oralidad. Me enamoré de la rutina y la vertiginosidad mediática; me dispuse ser un desertor de las agendas periodísticas y un esclavo de la mirada crítica y la autocensura moral y socialmente responsable.

Hoy, lejos de sentirme un periodista, sueño con ser un instrumento de libertad, verdad y esperanza. Siento profunda responsabilidad por lo que digo, escribo y hago, como si fuera una matricula profesional que obliga a rendir cuentas con lo más profundo de mis convicciones, de mis valores, de mi ser…

En palabras del maestro Galeano y a la postre de un nuevo memorial del periodismo -que nos recuerda las utopías que argentinos como Moreno, supieron soñar y correr el riesgo de vivir-, quiero regalar y compartir esto que también es mi pesar y sentir…

«En tiempos oscuros, tengamos el talento suficiente para aprender a volar en la noche, como murciélagos…
Seamos lo suficientemente sanos como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar cada día…
Seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos y lo suficientemente valientes como para arriesgarnos a estar juntos…
Seamos lo suficientemente maduros como para saber que podemos ser compatriotas y contemporáneos de todos los que tienen una voluntad de belleza y una voluntad de justicia, sin importar dónde nacieron ni dónde se encuentran, porque no creemos en las fronteras de los mapas ni del tiempo…
Seamos lo suficientemente tercos como para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena….
Seamos lo suficientemente locos como para ser llamados locos…
Seamos lo suficientemente inteligentes como para ser desobedientes cuando recibimos órdenes contradictorias a nuestra conciencia o contra el sentido común…»