El 2010, indudablemente va a ser un año muy especial.

Y es que lo recordaremos (de lo ya andado) por los grandes festejos patrios (aunque políticamente peleados, hasta para festejar); porque la Tierra tembló en uno de sus punto más débiles -y muy cerca también- , poniendo en evidencia la miseria humana y su contracara: la sensibilidad y su capacidad movilizadora; porque las minorías se consolidan en los espacios de poder (la igualdad no es sólo ley de cupo) y las fuerzas reivindicadoras ahora tiene el periplo de hacerse productoras y protagonistas del cambio exclamado; porque quizás Maradona nos devuelva la ilusión efímera de creer que somos los mejores del mundo, y una vez más demos muestra lamentable de que sólo el fútbol nos hace uno; porque conseguimos otro premio Oscar, al talento, a la creatividad y al trabajo…, aun contado historias estigmatizantes -pero reales- de nuestras instituciones, nuestros poderes públicos…; porque los Medios de Comunicación vuelven a ser el cuarto poder, pero con la sociedad civil empoderada (y no el Estado) bregando por más participación, más calidad, más equilibrio y más independencia; porque Grecia repite errores políticos y económicos argentinosArgentina da lecciones a España para que no sea parte de ese dominó que parece jugar la Unión Europea…; ¿y cuantas cosas más…?

Y es que, aunque las circunstancias de la vida me ponen en la paradoja de festejar el Bicentenario de la Revolución de Mayo en la España derrotada; no deja de ser la España de nuestros abuelos, y ahora la de nuestros hermanos, sobrinos, nietos, primos, amigos… Una España que no está bien. Que si no fuera europea, no soportaría un día más vivir con un 20% de su población desempleada (en paro); con una superestructura pública descomunal; aferrada a un superfluo consumismo conformista, vestigio de tiempos de bonanzas; con falta de ideas, proyectos, emprendedores. Y situaciones así, de tanta lejanía pero tan familiares, no hacen más que ponerme a pensar…

Y es que, durante estos días de emociones encontradas, de brotada susceptibilidad…,  uno reluce su «argentinidad»,  saborea el placer de haber tenido la oportunidad de contar con una formación humana ejemplar (forjada en una familia humilde, trabajadora y argentina); de ser parte de sentir solidario auténtico (modelado en instituciones sociales, colectivas, altruistas, voluntarias y argentinas); de acuñar amistades inquebrantables (que desde luego supieron sobrevivir al oportunismo, las penurias cotidianas,  la usura, la mediocridad…); de apelar a un espíritu crítico, pensante, con capacidad para discernir, crear, asombrarme, esforzarme y soñar, todo parte de un andamiaje hecho con horas y horas de Universidad Pública Argentina, de docentes mal pagos pero fecundos en vocación y compromiso, de dificultades estructurales, económicas, tecnológicas…; de intentar profesar una fe cristiana, desmitificada, humana, sin tapujos, llena de amor y entrega hecho testimonio

Y es que, aunque la publicidad de TyC sobre el mundial (que tanto moviliza) se hace eco del clamor popular que nos da indulgencia nacional: «ES CULTURAL»… Esa actitud y respuesta no parece alcanzar…  Pues aquí hay muchos argentinos que frenan ante un senda peatonal; que respetan el bien ajeno; que conducen por su carril y hacen caso a las normas de tránsito; ¡que llevan la bolsa del super, cuando pasean a su perro!; que no ensucian, que, que y cuantos que más hay… Y todo eso (y mucho más de lo cual podemos festejar) es CULTURAL y forma parte de nuestro acervo nacional.

Y es que, estoy absolutamente convencido, hoy más que nunca, el cambio es PERSONAL.